AMADEUS MOZART
Un Milagro
Hace más de dos siglos, había un compositor muy reconocido, que vivía en una ciudad muy pequeña y muy tradicionalista. El compositor le enseñó música a su hija María Anna y a su hermanito menor que apenas tenía 4 años pero que ya memorizaba piezas para clavecín en media hora. A los 5 años de edad, el niño aprendió a tocar el órgano y el violín, era excelente cantante, y comenzaba a componer sus primeras piezas para clavecín y cuarteto de cuerdas. A los 12 compuso su primera ópera y la dirigió él mismo; debió ser simpática la imagen de un niño con peluca rococó y un pequeño traje sastre dirigiendo una orquesta de profesionales, pero aún en esa época, ninguno de ellos se burló y trabajaban arduamente con él porque todos sabían que ese niño era un completo milagro. Ese milagro se llamaba Johannes Chrysostomus Wolfgang Amadeus Mozart.
Amadeus Mozart era un niño muy carismático y amable, de esos que a todo el mundo le caen, además era guapetonsillo, y siempre andaba con trajecitos muy fashion, y bueeeeeno, las señoras se volvían locas cuando lo veían. Como todos los niños, también se la pasaba jugando, haciendo bromas y enamorándose de niñas que no lo pelaban, je. Cuando llegó a la adolescencia, pues, seguía enamorándose de cualquier chica que le sonriera, y desarrolló un sentido del humor, mmmmh… un poco oloroso… digamos que tenía una obsesión con las cosas que acontecen en el baño.
En fin… Leopoldo Mozart, el papá de Amadeus, siendo compositor él mismo se dió cuenta muy pronto de que su hijo era un pequeño genio y que el mundo tenía que conocerlo pero para eso tenía que sacarlo de Salzburgo, que era la ciudad en la que vivían, así que se puso a hacer relaciones públicas con todos sus contactos y comenzó a agendar conciertos privados y públicos para sus hijos en las principales ciudades de Europa.
Gira Artística
Los morros tocaban recitales en todos lados, así estuviera programado con anticipación o fuera un concierto improvisado en la casa de algún noble o en una plaza pública, daba igual, además, el viaje estaba saliendo muy caro y necesitaban el dinero de las entradas y los favores de la aristocracia par continuar con esa odisea de dar a conocer a su hijo prodigio. En cada concierto su hermana mayor tocaba una serie de piezas difíciles aún para los profesionales; después se subía Amadeus (ay, pobre María Anna) a tocar piezas igual o más complicadas y hacía improvisaciones basadas en temas que el público le tarareaba. Mucha gente no le creía y trataban de ponerle retos imposibles, hasta le ponían telas sobre sus manos y el teclado para que no pudiera ver, pero el condenado morro siempre se salía con la suya e impresionaba a la audiencia con música impecable.
Todo esto estaba muy bien pero, en muchos aspectos era difícil para Amadeus. De alguna manera era como si su papá lo estuviera tratando como animalito de circo, de aquí a allá tocando para impresionar a todo el mundo y presumir el fenómeno que era su hijo. Viajaban muchísimo y el niño no tenía la vida de un niño normal. Además los viajes en carruaje duraban años y no eran nada cómodos, y como se sacudía tanto, a Amadeus ya le dolía el trasero, se tenía que poner las manos debajo de las sentaderas para empujarse contra el asiento y levantarse para no azotarse con cada hoyo en el camino. Hhhmmm no sé porqué eso me recuerda las rutas de camión a las que me subía y que me las dejaron de Aspirina.
Con el tiempo su salud comenzó a deteriorarse por tantas malpasadas de no dormir y no comer durante largas horas entre ciudad y ciudad; y todo el rollo de tocar conciertos por aquí y por allá también también era pesado porque muchos de ellos eran ya tarde en la noche, algo no muy sano para un niño de su edad. A pesar de eso, Amadeus disfrutaba mucho tocar para su audiencia, hacer música era lo que más le gustaba en el mundo; si no estaban viajando, él estaba tocando o componiendo.
Regreso a Salzburgo
Después de varios años de andar de gira artística, pasar mil peripecias para conseguir patrocinadores, y hasta conocer a compositores super importantes como Haydn, que dijo que no conocía a ningún compositor vivo de la talla del niño Amadeus; y Johann Christian Bach, el hijo de Johann Sebastian. Cuando se conocieron Christian Bach quedó impresionado por su talento y en una reunión, frente a los reyes de Inglaterra, los dos músicos se sentaron al piano y jugaban a componer una pieza entre los dos… uno de ellos iniciaba con una frase y el otro le seguía usando el tema anterior… hicieron esto por más de dos horas… ¡Uf! Hubiera sido interesantísimo ver esa dinámica, aunque no sé si la reina y el rei estaban listos para tanta música por tanto tiempo…
Y bueno, después de todo esto, hubo un pequeño problema. Pues allá en la ciudad de Salzburgo, de donde eran, el papá Leopoldo se la pasaba pidiendo permisos en su trabajo para salir de gira con Amadeus pero el veinte se estaba por acabar. Su jefe, el Arzobispo, estaba alivianado con esa idea de que se ausentara para presentar al mundo el talento del niño, pero cuando murió, el nuevo Arzobispo no era tan amante de la música y era… así como lo describió Mozart: Un Completo Idiota.
Como Leopoldo había gozado de muchas ausencias con goce de sueldo, el nuevo patrón le exigió que permaneciera en la ciudad a cumplir sus obligaciones y reponer todo el tiempo que se ausentó, así que los Mozart se quedaron estancados en la diminuta Salzburgo y padre e hijo estuvieron al servicio del Arzobispo por algunos años, trabajando por un salario miserable un una ciudad que sofocaba al pequeño genio.
Pero, que una persona tenga esa genialidad no le garantiza el éxito ni que se le recuerde en el futuro y muchas de ellas dejan de brillar llegando a la adultez. Eso es lo increíble de Amadeus Mozart, su creatividad nunca se estancó ni aunque estaba en la que para él era la ciudad más aburrida del mundo. Él siguió componiendo con el mismo entusiasmo y estimulando su creatividad permanentemente.
¡Libertad!
Cuando Amadeus Mozart cumplió 21, ya estaba hasta las chanclas de Salzburgo y de trabajar para el Arzobispo Tronchatoro así que un buen día se enfadó y fue a decirle a su patrón, sin pelos en la lengua, exactamente lo que pensaba de él. La respuesta no se hizo esperar, inmediata y con intereses.
El Arzobispo se sulfuró tanto que corrió a los dos, a Amadeus y a su papá. Y ahí va Leopoldo a tratar de enfriar las cosas y de reparar el daño porque pues, el muchacho es todo un genio musical, pero de algo tenía que vivir la familia, y sin el salario ni giras programadas no tenían de otra más que la de recuperar el trabajo. Al final, logró que lo reinstalaran y consiguió que en lugar de Amadeus, su hermana María Anna se quedara en Salzburgo para que su hermano pudiera escapar de esa prisión artística en la que se sentía… y aquí comenzó el drama.
En los que a Leopoldo concierne, el trabajo de Amadeus era ganar dinero, CLARO; y sabía que su hijo podía ser un genio musical pero nada más y como no confiaba en nadie, pero en nadie (porque creía que siempre lo querían estafar), tenía miedo de que su hijo no hiciera los suficientes contactos o de que otros músicos celosos de su trabajo le pusieran trabas o le hicieran la vida imposible, por eso se quedó en su casa escribiendo cartas a todas sus amistades influyentes para que le echaran una mano a su hijo.
Por otro lado, para Amadeus, su trabajo era tocar conciertos y divertirse, porque según él, si lograba caerle bien a todo el mundo los impresionaba con sus recitales, eso bastaría para que todo el mundo lo ayudara y le cayeran monedas de oro del cielo… y pues… nop, se equivocó, aunque le funcionó por algún tiempo porque esos fueron los días en los que comenzaron a caer los encargos para componer óperas y eso lo hacía muuuy feliz. Antes que nada, Wolfgang Amadeus Mozart se consideraba el mismo compositor de óperas.
Las Hermanas Weber
Durante esa época de ascenso al estrellato, hasta su papá estaba orgulloso de Amadeus a pesar de los despilfarros y las pachangas, hasta que el muchacho se enamoró de Aloysa Weber. Ahí si reventó su papá Leopoldo, conocía bien a la familia y no le latía nada que su hijo pretendiera a la hija de alguien de quien estaba seguro se iban a aprovechar de su hijo y solo le iban a sacar dinero. La neta es que Amadeus la regó porque su plan era irse de gira con la familia del suegro como representante que iba a sustituir a su padre, y pues eso sulfuró a Leopoldo, pero para su consuelo, ese amor no fue correspondido, Aloysa le dijo al muchacho gracias pero no gracias.
Aloysa, tenía una hermanita que se llamaba Constanza y que era cantante. Un día se reencontraron en una función de ópera y ¡PUM! Que se enamoran, y esta vez la muchacha sí le correspondió… (MAGIC) para desgracia del padre, que si ya de por si se habían distanciado mucho porque no se podían poner de acuerdo en nada, ahora con la nueva esposa que no le agradaba nada porque también era una pachanguera y despilfarradora, prácticamente dejaron de hablarse y se comunicaban solamente cuando era absolutamente necesario y siempre había tensión en las cartas que se escribían.
Ahora, como ya no tenía la ayuda de su papá que lo sacaba de todos los aprietos políticos y económicos en los que se metía y con la vida de lujos y fiestas que llevaba, Amadeus comenzó a endeudarse con amigos y no tan amigos. Él tenía esperanza de conseguir un empleo como músico de la corte en Viena, pero ahí ya había un compositor contratado y estaba muy bien parado: Antonio Salieri. Él no era su enemigo, pero también cuidaba su chamba y por lo mismo no le hacía muchos favores con el rey.
Requiem
Poco a poco, la presión comenzó a reflejarse en la salud de Mozart y las consecuencias de sus despilfarros comenzaron a hacerse evidentes. Ya le debía a todo el mundo y hasta le comenzaron a caer demandas para que pagara sus deudas, comenzó a deprimirse hasta la paranoia y se la pasaba asustado porque pensaba que alguien lo quería envenenar. Una noche lluviosa, un hombre misterioso tocó a su puerta con un encargo tétrico.
El hombre de negro y de caracter sombrío le ofreció una fuerte suma de dinero para que compusiera un Requiem, una misa de muerto. En su paranoia, Mozart estaba convencido de que este hombre había venido a visitarlo del más allá y que lo que le estaba encargando era que trabajara en su propio Requiem. En realidad era un conde que conocía bien su trabajo y quería contratarlo secretamente para decir que él mismo había compuesto la música, era un tranza pues, pero de eso Mozart nunca se enteró.
Con este encargo y la presión de terminarlo pronto para poder pagar parte de sus deudas, su salud comenzó a deteriorarse muy rápido. Los riñones comenzaron a fallarle, el cuerpo se le hincho y comenzó a emitir un hedor insoportable. Lloraba amargamente y se lamentaba de que iba a dejar a su esposa y a sus dos hijos sin nada y con deudas millonarias justo cuando él pensaba que su suerte iba a mejorar.
La situación era tan terrible y tan difícil emocionalmente que su esposa Constanza se fue de la casa por un tiempo para dejarlo trabajar, mientras, su cuñada Josepha Weber, hermana de Constanza se ofreció como enfermera para cuidarlo todos esos días.
Después de unos días, Mozart parecía sentirse un poco mejor y el doctor fue a visitarlo para revisarlo y llevarle medicinas. “Josepha, has estado en vela por varios días y sería buena idea que ahora que parece estar mejor, te tomes un descanso. Esta noche hay función de ópera en el teatro y van a asistir varios amigos, podrías ir a relajarte y a distraerte un rato, él va a estar bien esta noche”, pero ella estaba tan cansada que decidió irse directo a casa a tomarse un caldo de pollo e irse a la cama temprano.
Llegó a su casa, prendió una vela, la puso sobre la mesa de su comedor y se sirvió un delicioso y humeante caldo de pollo. Terminó su plato y mientras estaba ahí, sola en silencio pensó “hace rato que dejé a Wolfgang solo en su casa, ¿cómo se sentirá él ahora?” y justo en ese momento entró por la ventana una brisa gélida
“Oh… la vela se apagó”
Aterrada por la premonición, se dirigió a todo galope a casa de Mozart. Cuando lo encontró pálido, empapado en sudor fétido y alucinando salió a todo galope hacia el teatro para buscar al doctor… pero el doctor trabajaba ahí y no podía irse de ahí hasta que terminara la función.
Cuando regresaron a verlo, Wolfgang apenas podía hablar y se lamentó diciendo “Siendo el sabor de la muerte en mi boca”. “¡Está ardiendo!” dijo el doctor, y se apresuró a preparar compresas frías pero el cuerpo del genio estaba perdiendo la batalla y quedó inconsciente en cuanto le pusieron las compresas en la frente. Por unas cuantas horas más, Mozart luchó pero ya no había nada más que pudieran hacer en ese momento para ayudarlo…